“Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones”.
Alejandra Pizarnik. Revelaciones.
Aleja a tus hijos del alcohol ensaya la fragilidad con la que Rogelio Orizondo concibió un texto teatral autorreferencial. El joven director José Ramón Hernández, a partir de la tentativa escritura, ha desarrollado una investigación sobre el actor y la teatralidad que ve su encuentro con la recepción tras su estreno en un espacio alternativo: el sótano del Teatro Nacional de Guiñol.
Uno de los atributos que la presentación exige al receptor es esa condición descentrada con la que los cuerpos sostienen una acción performativa, testimonial, en declarada self fashioning. La búsqueda tiene que ver con cambios del postmoderno en el teatro, y se afianza en el trabajo de las actrices, lo que instaura un espacio de fragilidades y disolución de lo dramático, que permiten seguir la actuación del yo, en un discurso escénico cuya reflexividad resulta también autorreferencial.
El texto de Rogelio Orizondo se ordena desde un manifiesto del autor ante la pérdida, la muerte del padre, lo que recuerda al caso de Louis Wolfson, el escritor norteamericano que hizo del cáncer de su madre una inspiración poética. El duelo que comienza con la última palabra del padre agonizante: “VAMO”, se conecta en el texto con temáticas políticas que circulan la idea del desprendimiento, el fracaso de los ideales, la muerte de un país, y la convocatoria, casi delirante, hacia el espacio imaginado por David Bowie.
Cuando se enfrenta un texto que ritualiza lo personal, tratándose además de una poética y autoría distinguibles, existe el riesgo permanente de crear un discurso escénico propio más allá de lo propuesto textualmente. Aleja a tus hijos del alcohol, la puesta en escena que ganara hace dos años la Beca Milanés de la Asociación Hermanos Saíz, AHS, es una creación en la que el aliento del texto solo queda como huella en la sacudida escénica de los testimonios de Hilde Gorpe y Rosalia Roque, las actrices.
Por ello, más que ilustrativo de este procedimiento, es el testimonio de la actriz sueca Hilde Gorpe. Su status como inmigrante en Cuba, así como las razones por las que decidió quedarse, apoyándose con fotografías y anécdotas vitales, genera un diálogo sugestivo. Lo fascinante deriva por cómo la intimidad de su confesión nos conduce a imaginar la relación de aquel fracaso en el duelo político del texto, en la crisis de una mujer que perdió a su madre cuando tenía quince años, de una mujer que trabaja para ganarse la vida haciendo teatro callejero en Cuba, de una mujer que quiere amar sin ser la “turista”. Su cuerpo, su historia, indudablemente se asemeja a la producción de sentidos que operan en el texto de Orizondo, conduciéndonos por vías análogas a un autodescubrimiento en público.
En el caso de Rosalia Roque, uno de los puntos cruciales en los que actúa su testimonio, deviene alarido, cuando en la filmación de un diálogo con su abuela pareciera que la única forma de actuar en Aleja a tus hijos del alcohol, dependiera de esa conversación. Así que, negándose a contar lo que sería zona común para los nacidos en los noventa –algo que podría discutirse, pues entre esos puntos de coincidencia obvios, lo particular, quizás sea cómo cada quien percibió el contexto-, su testimonio es este encuentro documentado. También reforzado por lo que significa mirar a la vejez, temática más que urgente en Cuba, interpelándonos sobre cuál es el cuerpo de este país, sus arrugas, su historia, su Revolución, en inquietante aproximación a la propia biografía de la actriz.
Ocupan un espacio imprescindible dentro de la presentación escénica la pianista Laura González, responsable de la música original, así como la invitación a lo que se ha llamado experto de vida. Entre los expertos de vida invitados disfrutamos del trovador guantanamero Audis Vargas, cuya intervención propone nuevos terrenos por los cuales mirar este aparato escénico donde lo personal es, sin duda, político.
Como si se renunciase por completo a la expresión sueca: “Solo se es fuerte”, Aleja a tus hijos del alcohol es un manifiesto sobre la fragilidad. Nucleados por ese carácter autopoiético que constantemente refiere al mecanismo, la construcción y la transformación, llamémosle autorreferencial, sobresalen en el concepto escénico la parodia, lo carnavalesco, el kitsch, lo participativo y el brindis colectivo con nuestro Havana Club como ágora, como celebración de la debilidad que representa estar desnudo frente al otro. Sin duda alguna, se trata de un trabajo riesgoso, cuya reflexividad íntima, en proceso, ostenta una sencillez heroica, fragilidad con la que pocas veces topamos en el teatro contemporáneo cubano.
Martha Luisa Hernández Cadenas | Martica Minipunto. Teatróloga, poeta y performer.
Ha publicado el poemario Días de hormigas (Ediciones Unión, 2018), Premio David de Poesía 2017, y Los vegueros (Colección Sureditores, 2019), Premio Bienal de Poesía de La Habana. Mereció la Beca de Creación Prometeo de La Gaceta de Cuba por su obra, Una ópera china. Ganadora del Premio de ensayo La Selva Oscura por su investigación Notas de un simulador. La crítica teatral de Calvert Casey (1960-1965). Ganadora del Premio de Teatrología Rine Leal por su libro ESTA OBRA HABLA DE TI Y DE MI. Ensayos para (des)a(r)mar la experimentación escénica en Cuba (2012-2018).
Entre su obra reciente se encuentran los performances Nueve (2017) Extintos, aquí no vuelan mariposas (2018) y No soy unicornio (2019); las intervenciones La última ópera china (2018) y Las fundadoras (2019).
Fundadora de la editorial independiente ediciones sinsentido, dedicada a escrituras transgresoras y noveles.
Mantiene su columna literaria Pucheros, en Hypermedia Magazine.
@_martikminipunto | malu_cuba@yahoo.com
Comments